Había miedo a mediados de verano cuando se produjo el sorteo del calendario de la Liga y al Celta le tocaba antes del parón Real Madrid, Valencia y Sevilla.
El temor a llegar al primer descanso de la Liga sin estrenar el marcador estaba muy presente.
Sin embargo no ha sido así, el Celta llega al primer parón con 4 puntos sobre 9 posibles, un botín que permite creer en el equipo e ilusiona a la afición.
El partido de ayer comenzó con una primera media hora de total asedio hispalense, el Celta, tan solo era capaz de aguantar los golpes que recibía de un pujil que este año ha gastado 130 millones en la reconstrución de su proyecto.
No era capaz el equipo vigués de encadenar más de dos pases seguidos, no aparecía el centro del campo que tan bien había funcionado en la jornada anterior.
A partir del minuto treinta el Celta empezó a sacudirse la presión sevillista, bien por el desgaste físico sufrido o bien por el tremendo calor que hacia mella en los futbolistas sureños.
Sin embargo llegaría el descanso y la portería defendida por Vaclik parecía cubierta de la misma niebla que cubría la Ría de Vigo en el día de ayer porque no era más que un imposible.
La mejor noticia era el no haber encajado, el gran trabajo de los dos centrales celestes que dislumbran seguridad al resto del equipo y el amigo de Jong que fallaría la ocasión más clara de la primera parte.
El paso por los vestuarios sentó bien al equipo celeste, si bien no desplegó el poderío desmostrado contra el Valencia el balón rodaba algo más entre las piernas celestes.
Seguía el Celta aguantando los nuevos golpes del Sevilla sin que estos hicieran mayor daño a los vigueses.
Se sucedieron los cambios y entró Mina que a la postre sería decisiva ya que suya sería la falta que provocó la mala cobertura de Beltrán que acabaría en el gol sevillista y suya sería la asistencia para el estreno como goleador en la vuelta de Denís a su tierra.
Golazo de la ilusión que supone haber empatado en el único tiro entre los tres palos en todo el partido, porque sería tan solo pasados unos minutos del gol local y por la entereza que ha mostrado el Celta sabiendo sufrir cuando toca.
Ayer, el Sevilla ganó a los puntos el combate pero el marcador otorga otro resultado, un punto de oro que la temporada pasada hubiera sido una derrota.
El partido de ayer comenzó con una primera media hora de total asedio hispalense, el Celta, tan solo era capaz de aguantar los golpes que recibía de un pujil que este año ha gastado 130 millones en la reconstrución de su proyecto.
No era capaz el equipo vigués de encadenar más de dos pases seguidos, no aparecía el centro del campo que tan bien había funcionado en la jornada anterior.
A partir del minuto treinta el Celta empezó a sacudirse la presión sevillista, bien por el desgaste físico sufrido o bien por el tremendo calor que hacia mella en los futbolistas sureños.
Sin embargo llegaría el descanso y la portería defendida por Vaclik parecía cubierta de la misma niebla que cubría la Ría de Vigo en el día de ayer porque no era más que un imposible.
La mejor noticia era el no haber encajado, el gran trabajo de los dos centrales celestes que dislumbran seguridad al resto del equipo y el amigo de Jong que fallaría la ocasión más clara de la primera parte.
El paso por los vestuarios sentó bien al equipo celeste, si bien no desplegó el poderío desmostrado contra el Valencia el balón rodaba algo más entre las piernas celestes.
Seguía el Celta aguantando los nuevos golpes del Sevilla sin que estos hicieran mayor daño a los vigueses.
Se sucedieron los cambios y entró Mina que a la postre sería decisiva ya que suya sería la falta que provocó la mala cobertura de Beltrán que acabaría en el gol sevillista y suya sería la asistencia para el estreno como goleador en la vuelta de Denís a su tierra.
Golazo de la ilusión que supone haber empatado en el único tiro entre los tres palos en todo el partido, porque sería tan solo pasados unos minutos del gol local y por la entereza que ha mostrado el Celta sabiendo sufrir cuando toca.
Ayer, el Sevilla ganó a los puntos el combate pero el marcador otorga otro resultado, un punto de oro que la temporada pasada hubiera sido una derrota.
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